Uruguay presenta un panorama bastante original con respecto a sus vecinos de América del Sur en lo que a TIC se refiere: conserva los servicios de telecomunicaciones en una empresa estatal y monopólica, es el único que carece de una agenda de conectividad, pero es de los pocos que tienen los índices de penetración o cobertura digital más altos de la región (1). Sin embargo, los números son apenas una aproximación a la realidad y difícilmente pueden transmitir las vivencias cotidianas de las personas que representan, especialmente si son ciegos al género.
En este artículo se presentan datos generales de la inserción de Uruguay en la Sociedad de la Información, así como casos particulares de mujeres que vivencian las nuevas tecnologías desde distintos lugares y cómo ello ilustra tres dimensiones esenciales de toda iniciativa de inclusión digital: conectividad, educación e infraestructura, los cuáles no son jerarquizables sino más bien componentes igualmente necesarios para alcanzar un fin común.
La brecha invisible
El acceso a las TIC se distribuye de diferente manera según la tecnología en cuestión: mientras la telefonía fija y celular gozan de mayores porcentajes de usuarios y usuarias, el acceso a internet si bien se destaca en la región, aún no es alto.
No abundan estudios sobre el impacto de las TIC en la población uruguaya. Aunque algunos empiezan a aparecer tímidamente, los pocos emergentes carecen de una perspectiva de género que corte las categorías de edad, ingresos, nivel educativo y lugar de residencia como para elaborar conclusiones acabadas.
Un estudio de reciente aparición concluye – de acuerdo a la muestra poblacional analizada (2) – que las mujeres constituyen el 51% de quienes usan internet, confirmando la creencia de que no existe brecha digital de género. Sin embargo, el mismo estudio arroja algunos datos reveladores e incluso contradictorios, al establecer categorías de usuarios en función de la cantidad de horas de conexión. De esta forma, el grupo de los “altos usuarios” – definidos como aquellos que se conectan a internet más de 10 horas semanales – está compuesto por 60% de varones; el grupo de los “bajos usuarios”, con menos de 2 horas semanales de conexión a internet, está compuesto por 56% de mujeres. El informe concluye que “la concentración del total de horas de uso sigue siendo similar a 2005: 13% de los usuarios (unas 150.000 personas) concentra 62% de las horas. El alto usuario “tipo” es hombre, montevideano, tiene entre 30 y 39 años, con estudios universitarios y usuario desde hace más de 4 años” (3).
Aunque sea difícil de capturar en estudios particulares, la brecha digital de género es una realidad a nivel global que impacta en las posibilidades reales de desarrollo de las mujeres y cuyas causas provienen de un entramado complejo de inequidades históricas que se reproducen en esta era de la información. Las tendencias mundiales de feminización de la pobreza – de las que Uruguay no es excepción (4) – tanto en la distribución de ingresos como en el acceso a los recursos materiales, sociales, culturales (5) y otras desigualdades estructurales de la sociedad (distribución de las responsabilidades familiares, conciliación trabajo-familia, estereotipos y roles de género, etc.) determinan el acercamiento, el tiempo y el esfuerzo que muchas mujeres pueden invertir en acceder y “dominar” (6) la tecnología.
Las brechas múltiples 1: género y edad
La brecha digital puede verse como un poliedro de varias caras en el que distintos factores sociales, económicos y culturales adquieren diverso peso y determinan los obstáculos o facilidades para acceder, utilizar y apropiarse de las TIC. De ello se deriva que las políticas de acceso universal fracasen al ofrecer las mismas soluciones a grupos con diferentes necesidades, dificultades y demandas.
En Uruguay se ha iniciado un proceso de formulación de estrategias para la consecución de los principios de la Sociedad de la Información, por una parte, con todo lo problemático que resulta hacerlo tardíamente – en comparación al desarrollo de las TIC – y, por otra parte, con todo lo promisorio que implica elaborar una política de Estado en la materia aprendiendo de los aciertos y errores de otros. Mientras tanto, la ausencia de implementación de políticas públicas ha conformado un escenario donde actores dispersos realizan esfuerzos puntuales por disminuir la brecha digital, acercando las nuevas tecnologías a los sectores de la población con mayores dificultades.
Las mujeres se han destacado por su compromiso y participación en varias experiencias (realizadas y en curso, en Montevideo y en el interior) focalizadas en la inclusión digital, con no pocas dificultades.
Siendo el acceso “el primer nivel de empoderamiento que consiste en la oportunidad de usar las TIC en los niveles tecnológico, informacional y de conocimientos” (7), la posibilidad de utilizar una computadora con conexión a internet no es un tema menor.
En el 2006, la ONG Cotidiano Mujer realizó en Montevideo una capacitación piloto en manejo básico de la computadora con perspectiva de género. Se trabajó con un grupo reducido de 15 mujeres referentes de la zona, en su mayoría mayores de 40 años. Uno de los objetivos del curso fue animar a las participantes a aprovechar los recursos tecnológicos para potenciar su trabajo de participación local. Una vez superado el “miedo” inicial a la máquina, se planteó el interrogante sobre cómo seguir trabajando cuando la infraestructura utilizada en el curso ya no estuviera disponible. Los cibercafés, elegidos por 51.6% de la población que accede a internet en el país (8), pareció una buena solución para quienes no tienen computadora o conexión domiciliaria. Sin embargo, estos sitios no suelen ser amigables para mujeres mayores, sea por la afluencia de un público predominantemente joven o porque carecen de apoyo específico en capacitación y asesoramiento para iniciadas.
Desde hace algunos años han habido varias iniciativas para establecer centros de acceso comunitario que brinden capacitación. Y allí las mujeres son protagonistas. La ONG “Centro de Democratización de la Información-Uruguay”, que actúa como apoyo y contraparte de organizaciones de base para la instalación de “Escuelas de Ciudadanía e Informática”, ha relevado importantes niveles de participación de mujeres adultas que asisten regularmente a los cursos y utilizan las instalaciones (9). Otra iniciativa similar conocida como “Webcinos”, impulsada desde el Departamento de Descentralización y Participación Ciudadana de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), confirma la misma tendencia (10).
Por su parte, la Secretaría de la Mujer de la IMM en el marco del proyecto “Las Mujeres transformamos las ciudades” del Programa URBAL Red12 (11), planea promover la capacitación y el acceso de las mujeres referentes barriales a las TIC. Para ello se propone facilitar equipos informáticos a los centros comunales de mujeres de diversas zonas de la ciudad – llamados Comuna Mujer (12)- y acompañar el proceso con la capacitación de las futuras usuarias. Para lograrlo ha articulado esfuerzos con la organización Cotidiano Mujer que actualmente implementa la capacitación en TIC y género “TIC para el cambio social: una propuesta democratizadora para mujeres de base de Montevideo”, con apoyo de la WACC (13).
Las brechas múltiples 2: género y territorio
“Nuestras dos mayores dificultades fueron técnicas y de acceso a internet. Si se rompía una máquina había que esperar una eternidad para que viniera alguien a repararla o cargar la torre o el monitor al pueblo más cercano”, expresó Kika Casas, productora lechera y residente de una localidad que dista unos 120 kilómetros de la capital uruguaya.
Kika además integra la Red de Grupos de Mujeres Rurales del Uruguay (RGMRU). Esta red surgió en 1991 como una agrupación de mujeres productoras rurales y se ha destacado por un incansable trabajo de sensibilización sobre la realidad de las mujeres rurales y un intenso activismo que incluye acciones de incidencia política. En 2003 consiguieron apoyo para capacitar a una representante de cada uno de los 20 grupos que conforman la red, para reciclar una donación de computadoras que fueron instaladas en las sedes de las agrupaciones. “Al principio todas querían aprender (…), había una gran expectativa por integrar a otras mujeres pero con los inconvenientes el interés decayó”, manifestó la productora rural. Uno de los inconvenientes mencionados por Kika fue el de la conexión a internet: lenta (entonces 2400 bps), escasa y más cara al depender de la línea telefónica.
La población de Montevideo utiliza y accede a las computadoras e internet más que en las ciudades del interior y más aún que en localidades pequeñas y zonas rurales (14). Consultado sobre la cobertura del serivicio ADSL en el territorio nacional, el ingeniero Daniel Iglesias, Gerente del Área de Relacionamiento con la Comunidad de ANTEL, expresó que existen impedimentos técnicos para el medio rural y que algunas áreas rurales “nunca dispondrán del servicio ADSL (…) En relación al territorio, esas áreas representan un porcentaje muy importante pero en relación a la población, deben representar alrededor del 10%”.
La presidenta de la Red de Grupos de Mujeres Rurales del Uruguay en aquel entonces, Verónica Gómez, se entrevistó en Montevideo con Iglesias para reclamar soluciones a sus problemas de conectividad. Ya entonces la empresa había instrumentado iniciativas de inclusión digital a través de la instalación de servicios llamados “Internet Social”, que otorgaba conexión gratuita a computadoras de acceso comunitario, especialmente a aquellas situadas en centros poblados del interior del país. Pero ello solo dio una solución temporal, ya que un año después se terminó la concesión. Verónica expresó que ahora proyectan presentarse a una convocatoria de ANTEL para que las organizaciones sociales concursen por un Centro de Acceso a la Sociedad de la Información (CASI) que proporciona computadoras y conexión sin costo por otro lapso determinado de tiempo.
En un documento de evaluación del proyecto de RGMRU, se afirma que las mujeres valoran el acceso a las TIC “como un instrumento de empoderamiento para el ejercicio pleno de su ciudadanía”, “que las ayuda a vencer el aislamiento y la rutina de sus vidas ‘de la casa al trabajo en la tierra’ al disponer de información en tiempo y forma (…)” y que las ayuda a “mejorar su nivel de vida por sus efectos sobre la empleabilidad de las integrantes de los grupos y de las comunidades de su zona de influencia”. Sin embargo, Verónica reconoció que no todos los grupos de mujeres asumieron de igual forma el desafío de la capacitación: “hay un tema de cultura, porque prevalece la idea de que a la mujer eso no le interesa”. También consideró que la conexión a internet “no es algo imprescindible” y que “una computadora da para otras tantas cosas que pueden hacer los grupos de mujeres”.
Para avanzar
La inclusión digital es un aspecto clave de la inserción social. En ese sentido, el acceso a internet hoy es considerado como la principal puerta de entrada al disfrute pleno de las TIC, atendiendo especialmente a las dimensiones de capacidad (banda ancha), la conectividad (siempre ON) y la accesibilidad (siempre masiva) (15).
Las estrategias nacionales de inclusión digital tienen el desafío de pensar a la población como sujetos y sujetas con iguales derechos pero diferentes necesidades. Ello requiere ante todo considerar las relaciones de género en el marco del nuevo contexto tecnológico, promoviendo “el desarrollo de estándares de medición, la implementación de indicadores con perspectiva de género y la promoción de análisis y estudios sobre la relación uso y acceso de TIC’s y género, como una estrategia para el seguimiento y monitoreo a los procesos de integración hacia la Sociedad de la Información, de varones y mujeres de América Latina (…) para alimentar un Sistema Integrado de Indicadores TIC’s, que incorporen referenciación internacional, posibilitando con ello la dinamización regional desde una mirada estratégica” (16).
Referencias:
- http://www.itu.int/ITU-D/ict/statistics/material/Acceso_universal_2006.pdf
- “La muestra total fue de 1786 personas y es representativa de toda la población mayor de 12 años residente en Montevideo, zona metropolitana y todas las localidades del interior de más de 10.000 habitantes. Esto representa un universo total de 2.102.000 personas, 63% de ellas en Montevideo y zona metropolitana y 37% en el interior”.
- http://www.itu.int/ITU-D/ict/statistics/material/Acceso_universal_2006.pdf
- Según el informe “Uruguay: indicadores de género 2001-2004” la tasa de desempleo entre las mujeres pobres duplica a la de varones pobres, y el trabajo doméstico (principalmente precario, informal y mal remunerado) es casi exclusivamente una ocupación femenina.
- http://www.redtercermundo.org.uy/revista_del_sur/texto_completo.php?id=2755
- Expresión tomada de la Campaña Dominemos la tecnología del Programa de Apoyo a las Redes de Mujeres de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones.
- “Políticas TIC: manual para principiantes”, 2005, Asociación para el Progreso de las Comunicaciones.
- http://www.ine.gub.uy/enha2006/flash/Flash%2011_Tecnología%20de%20Información%20y%20Comunicación.pdf
- Información recabada en conversación con la Directora Ejecutiva de la filial uruguaya, Florencia Flores.
- Consulta telefónica a Laura Salbarrey del Programa Webcinos.
- http://www.diba.es/urbal12/
- Las Comuna Mujer son producto del proceso de descentralización iniciado por el municipio, que desde 1990 dividió la ciudad en zonas donde fomentó la autogestión vecinal y el funcionamiento de órganos de gobierno local con activa participación de vecinos y vecinas. Con el tiempo se consolidaron espacios de atención y participación de las mujeres en temas como violencia doméstica, salud sexual y reproductiva, recreación, entre otros.
- World Association for Christian Communication.
- Instituto Nacional de Estadística. Encuesta Nacional de Hogares Ampliada 2006. Flash temático Nº11
- Clasificación citada por Rogelio Santana (Ministerio de Planeamiento, Presupuesto y Gestión).
- Almeciga, Carlota 2005, “América Latina hacia la Sociedad de la Información con equidad de género. Análisis y mediciones con perspectiva de género”, Panel Regional:”Del Margen al Centro: Equidad de Género en la construcción de la Sociedad de la Información en América Latina y el Caribe”. Organizado por el Programa Regional-América Latina y el Caribe, en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, WSIS Gender Caucus, Túnez.